Km.6 El silencio puede ser todo lo que tengas que decir. Hablamos de Últimos poemas de Ingeborg Bachmann, 1999, Hiperión



Hablando con otros poetas últimamente, he llegado a la conclusión de que, a pesar de que el lenguaje poético no sea suficiente para decir, se nos quede corto e intentemos que nuestra poesía diga más de lo que dice, pocos somos capaces de hacer una reflexión sobre si lo que escribimos aporta algo nuevo y solo con la edad parece que nos demos cuenta de lo necesario que es darle tiempo a la escritura para que se oree y crezca, se alimente de nuestra propia experiencia, convirtiéndose a veces en un error publicar con pocos años de margen. Otros poetas, sí que supieron ponerse ciertos límites y reconocer que hacía falta tiempo para un poema necesario o que ya su fin como poeta había sido alcanzado. Para no nombrar a los de siempre, hay una poeta austriaca bastante desconocida, Ingeborg Bachmann, que decidió poner fin a su creación poética con un poema donde lo expresa explícitamente, “Nada de Delikatessen”, último poema de la autora.

Bachmann (1926-1973) es una autora fundamental de las letras germánicas del siglo XX, poeta y narradora estudiosa de Wittgenstein, cuya teoría del lenguaje influyó fuertemente su manera de concebir la poesía. En vida se publicaron dos poemarios con los que logró un gran reconocimiento, especialmente con el primero, “El tiempo postergado” (1953), que le valió el prestigioso premio del Grupo del 47 –el más influyente foro poético de la posguerra– y un reportaje de portada en el semanario Der Spiegel, lo que la forzó, debido a su tímido carácter y la presión que suponía haberse convertido en “la joven promesa de la poesía”, a retirarse a Italia, donde escribiría su segundo y último poemario, “Invocación de la Osa Mayor” (1956). A partir de entonces y hasta su muerte se dedicó a escribir prosa: relatos, ensayos, guiones radiofónicos y la su novela más proclamada, “Malina”. Su temprana muerte aconteció de manera dramática e inesperada en un hospital de Roma días después de que su cuarto se incendiara mientras dormía por culpa, presuntamente, de una colilla. Los dieciocho poemas que hoy nos ocupan se publicaron de manera colectiva por primera vez de manera póstuma en 1978 dentro de sus “Obras completas” en un apartado final titulado “Últimos poemas”. La editorial Hiperión lo ha publicado en una edición bilingüe muy cuidada a cargo de Cecilia Dreymüller y Concha García.

En mi gran ignorancia, que abarca inmensos asuntos en los que no empleo mi tiempo pero que incluso toca también al mundo de la poesía, al que sí dedico algo de tiempo, desconocía a esta autora. Hasta que fui a esos sitios donde te aciertan con el libro que quieres leer y solo tienes que abonar el precio del libro, una librería. Quería regalarle a una amiga por su cumpleaños un poemario bilingüe de algún poeta germánico del siglo XX, y el librero, que tuvo que tomarse su tiempo para decidir que ofrecerme, no erró. En ese caso, elegí otra obra poética de Bachmann, “No sé de ningún mundo mejor”, poemario conformado por textos inéditos que vio la luz en el año 2000, a pesar de ser textos aún no terminados por su autora. Cuando me desprendí del libro que había de regalar a mi amiga, me quedé con el gusanillo de saber más sobre esta autora, descrita por el librero como dramática; y así fue como llegué a “Últimos poemas”.

“Y esta poesía será aguda en conocimiento y amarga en nostalgia” fueron palabras que Bachmann pronunció en una de sus clases de poesía impartida en la Universidad de Frankfurt, según nos recuerda Cecilia Dreymüller, quien también se atreve a declarar que el conocimiento (lo racional) y la nostalgia (el deseo), a riesgo de enfrentarse, se complementan en una poesía que revolucionó su época por las innovadoras metáforas con las que trataba tanto temas políticos (recordemos que ella vivió la Posguerra y la Guerra Fría) como amorosos.

Sobre estos últimos poemas, mi valoración es altamente positiva, a pesar de que por lo que se explica en la nota del traductor, se ha hecho una completa traducción del contenido, no exactamente literal (hay juegos de palabras y dobles intenciones que dejan constancia de esto) pero sí que admiten haber dejado a un lado la rima intencionada por la autora en el texto original. Bajo mi punto de vista, este es un contrapunto que a los que no sabemos alemán nos deja un tanto perplejos en cuanto a la estética poética de Bachmann. No obstante, teniendo en cuenta que esta autora viene cargada de contenido, qué menos que confiar en el juicio de las traductoras.

En estos dieciocho poemas vemos un claro tinte de pesimismo donde, como apuntaba Dreymüller en el prólogo, se alojan la nostalgia y el pensamiento, lo emocional y lo racional: Yo con la lengua alemana/ envuelto en esta nube, que tengo como casa/ floto a través de todas las lenguas. Los poemas, que están divididos en dos etapas, los del 57-61 y los del 64-67, evolucionan claramente hacia el reclamo del silencio que ya se manifiesta en el primer poema que abre el poemario: El puro, espiritual contacto,/ por cada tacto incrementado,/ lo experimentamos envejeciendo,/ al más frío silencio retirados. Y en otros tantos fragmentos que nos sumergen en la idea del encuentro con la quietud hasta conducirnos al silencio poético final que supone “Nada de Delikatessen”, tan dentro de la vida y tan cerca de la muerte/ que con nadie lo discuto ni me enojo. // Dejad ahora un rato/ que ninguno de los sentimientos hable/ que el músculo corazón/ se ejercite de manera diferente. // Hacer sostenible un única frase,/ aguantar en el ding-dong de las palabras. // No debes llorar,/ dice una música./ Más/ no/ dice/ nadie.

A pesar de que esta preparación para el silencio es evidente, hay ciertos poemas que nos conducen a la reflexión política propia de la Guerra Fría, Bajo los bloques que revientan/ de mi río, mío también/ salió el agua liberada./ Se oía hasta los Urales; otros son una defensa a la naturaleza, La tierra quiere tener un salvoconducto / (…)/ para que amanezcan mil y una mañanas/ en la gracia joven de la antigua hermosura; y en concreto el poema Bohemia, que es una alegato de esperanza en la fuerza del individuo para sobreponerse a un mundo destructivo.

Dejamos aquí por último lugar el poema que cierra el libro “Últimos poemas”, el que es realmente el último poema de Ingeborg Bachmann.


Nada de Delikatessen

Ya nada me gusta.

¿Debo
ataviar una metáfora
con una flor de almendro?
¿crucificar la sintaxis
sobre un efecto de luz?
¿Quién se romperá la cabeza
por cosas tan superfluas-?

He aprendido a ser sensata
con las palabras
que hay
(para la clase más baja)

hambre
deshonra
lágrimas
y
tinieblas.

Con los sollozos no depurados,
con la desesperación
(y desespero de desesperación)
por tanta miseria,
por el estado de los enfermos, el coste de la vida,
me las arreglaré.
No descuido la escritura,
sino a mí misma.
Los otros saben
dios lo sabe
qué hace con las palabras.
Yo no soy mi asistente.

¿Debo
aprisionar un pensamiento
llevarlo a la iluminada celda de una frase?
¿Alimentar oídos y ojos
con bocados de palabras de primera?
¿investigar la líbido de una vocal,
averiguar el valor de amateur de nuestras consonantes?
¿Tengo que,
con la cabeza apedreada,
con el espasmo de escribir en esta mano,
bajo la presión de trescientas noches
romper el papel,
barrer las urdidas óperas de palabras,
destruyendo así: yo tú y él ella lo

nosotros vosotros?

(Que sea. Que sean los otros)

Mi parte, que se pierda.




Km.6 El silencio puede ser todo lo que tengas que decir. Hablamos de Últimos poemas de Ingeborg Bachmann, 1999, Hiperión Km.6 El silencio puede ser todo lo que tengas que decir. Hablamos de Últimos poemas de Ingeborg Bachmann, 1999, Hiperión Reviewed by Clara C. Scribá on 0:18 Rating: 5

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