Estación de descanso: Otoños y otras luces de Ángel González, 2001, Tusquets

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Ángel González es un poeta que ha cosechado gran cantidad de seguidores a lo largo de su trayectoria y quizá más tras su muerte (2008). Poetas contemporáneos lo citan ante y durante sus versos, incrustan sus palabras para hacerlas un poco suyas y contagiar sus poemas de la humildad, elegancia e inteligencia que emanan de las palabras de González. Sin embargo, quizá porque el panorama literario tanto en el registro clásico como en el reciente es completamente abrumador y está atiborrado tanto de joyas olvidadas pero imprescindibles como de best-sellers totalmente prescindibles pero que un lector crítico también ha de procurar leer –si la calidad no se lo impide por completo–, yo todavía no había tenido la oportunidad de leer a Ángel González.  Pero ha resultado ser cosa del destino que hoy escriba esta reseña: Otoños y otras luces (Tusquets, 2001) –último poemario del poeta en vida–, quiso deslizarse en la estantería de la gran librería –por donde pasé de casualidad como parte de mi trabajo– hasta mis manos, que casi sin querer lo abrieron por la página que contiene uno de los poemas del siglo XX que podría considerar ahora mismo el mejor que he leído superando en algunos aspectos –concisión, expresividad y elegancia– a los dos poemas que hasta ahora consideraba insuperables de dos autores de la misma generación que González, Interior de José Hierro y Pandémica y celeste de Jaime Gil de Biedma. El flechazo fue inevitable: hubiera tenido que estar ciega para no estremecerme con la lectura, aunque fuera muy rápida e inocente de La luz a ti debida, poema breve de dos estrofas, dieciocho versos, sin rima ni métrica aparentes. Cierto grupo lector lo consideraría un poema formalmente muy fácil y otro lo consideraría hasta demasiado anticuado. 

El poemario está constituido en cuatro partes que nos conducen a los temas principales que se trenzan entre sí a lo largo del poemario: la cúspide de la vida, el fracaso del amor, el cénit del amor efímero y los recuerdos. La argamasa que los unifica son las imágenes y recursos recurrentes que son, ciertamente, muy poco novedosos: la empatía del medio ambiente con el estado de ánimo del yo poético, focos de luz, alguna fría sombra, juegos de palabras, brevedad y sencillez formal.

Haciendo un breve recorrido por sus cuatro partes podemos dibujar una línea gráfica esquemática de alegría que despegaría muy suavemente en la parte Otoños, la más existencialista junto con la última, Otras luces. Estas dos partes, las que dan nombre al poemario, parecen los pilares del contenido que arropan y sostienen las otras dos partes, menos interrogativas que estas dos. En la segunda parte, La luz a ti debida, se eleva la línea de la alegría hasta el punto más alto que va a alcanzar en este poemario, pues esta parte encierra románticos y por lo general positivos poemas de amor que, como explica el primer de ellos, nacen del tú: “Estos poemas los desencadenaste tú,/ como se desencadena el viento”. Siguiendo la ya explicada tendencia Gonzaleciana, estos poemas consiguen ser muy conmovedores por la sencillez de la expresión, la brevedad y el uso de adecuados pero no excesivos recursos literarios: “Mucho más bella era la sonrisa/ que iluminaba un rostro/ todavía mojado por las lágrimas”.  La tercera parte, Glosas en homenaje a C.R. (Claudio Rodríguez), está formada por tan solo cinco poemas que constituyen un monólogo del autor hacia su amigo. Se presentan como piezas individuales numeradas, eso sí, de uno a cinco, las cuales están perfectamente hiladas entre sí: conforman un halago del autor de su amigo del que destaca especialmente su osadía para dejar atrás miedos e inseguridades y triunfar como poeta: “Levantaste la voz para decirlo/ (…) Y lo hiciste en un vuelo/ alto y valiente/ que nosotros miramos deslumbrados,/ pendientes de sus giros/ con la misma emoción y el mismo asombro/ con que tu contemplabas/ la infinita materia de tu canto”.
 
Tras este breve análisis que espero que a nadie le haya resultado demasiado pormenorizado como para arruinarle la lectura, os animo a que disfrutéis y compartáis este poemario, que os aseguro que será un regalo ideal para cualquier amante de la poesía, incluso para aquellos desconocedores de la obra de Ángel González.
Estación de descanso: Otoños y otras luces de Ángel González, 2001, Tusquets Estación de descanso: Otoños y otras luces de Ángel González, 2001, Tusquets Reviewed by Clara C. Scribá on 0:51 Rating: 5

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